martes, 1 de julio de 2014




CRISTINA RODRIGO
Al final de todo queda la pintura.


     Cristina Rodrigo irrumpe en la escena artística con una exposición individual sorprendente. Nació en Madrid, donde se licenció en la Facultad de Bellas Artes de la Universidad Complutense. Pero la inquietud la forzó a seguir su formación y se instaló en ciudades como Stuttgart, San Francisco o Berlín, donde ha residido durante 4 años. Ya destacó hace tiempo, cuando ganó certámenes a los que concurrían muchos pintores noveles. Sus propios profesores afirman que ella es una artista con voluntad, que pertenece a ese grupo de ganadores y que se reconoce su valor antes incluso de que comiencen la carrera. Estamos, sin duda, ante una pintora singular: “Mi pintura nace de la mancha, del color. No  utilizo una imagen previa”, afirma. “Yo no trabajo ni con bocetos ni con fotografías, lo hago de una manera intuitiva. Es un diálogo con la materia, con el color, a veces la comunicación se complica y hasta se corta por un breve espacio de tiempo. Ahí empiezan los retos. Decía Dorian Gray, el personaje de Oscar Wilde, que cuando sale de Londres nunca dice adonde va. A mí tampoco me gusta saber ni decir adonde voy.”

P.-De alguno de sus cuadros podría decirse que tiene una referencia paisajística

R.-Antes sí pintaba paisajes. Tal vez tenga una referencia paisajística de aquella época, pero en ningún caso lo hago de manera consciente, más que nada puede que se quede en mi la esencia de un paisaje o la impresión cromática de algunos lugares que he visitado. Pero no pinto con una alusión clara al paisaje. Me gusta ir hacia la abstracción, un lugar donde no hay cabida para las referencias formales o paisajísticas.

P.- En alguno de sus cuadros recientes ha eliminado ese límite del cuadrado o del rectángulo, como en “Alma de Prusia” y “Asiseando”

R.-Eso es un descubrimiento reciente en mi obra. No se si voy a seguir por ese camino. Yo trabajo con muchos cuadros al mismo tiempo y a veces me marco diferentes líneas de trabajo. Quizás siga indagando por ahí, tal vez suprimiendo ese fondo tan oscuro. Me estoy planteando dejar la tela al desnudo y trabajar ciertas partes. La idea es liberar aún más a la abstracción de la forma. El formato cuadrado lo he utilizado mucho y ahora, como respuesta, inicié un camino hacia los círculos y los óvalos, un poco en busca de esa incomodidad que necesito para crear, porque en el formato cuadrado tengo cierta facilidad que quiero romper. Frente a esto, el círculo incomoda y plantea un problema espacial nuevo para mí. Esto me interesa.

P.- Sus cuadros, una vez colgados, aparecen en unidades, hay varios que podrían pasar por dípticos.

R.- Esto viene de trabajar con un grupo de cuadros al mismo tiempo, lo que puede establecerse un diálogo. Por eso es fácil que el color de uno pase al otro y que algunos formen un coro.


Blanco de asombro mixto - 50 x 50 cm

P.- ¿Cómo fue su paso por la Facultad de Bellas Artes de la Complutense?

R.- En la facultad se aprendía de los compañeros de estudios. Los profesores proponían trabajos y a mí aquello me aburría soberanamente. Un día llevé un cuadro que había hecho en casa a mi profesor y me dijo que dejara de perder el tiempo, que me dedicara a pintar lo que yo quisiera, pero que me dedicara a pintar. Y desde entonces, en lugar de pintar un cuadro, yo pintaba cuatro, pero a mi manera.

P.- Esa formación programada ¿no mete al artista en una especie de jaula?

R.- Totalmente. Esa manera de enseñar no me servía. De hecho, si hubiera seguido por ese camino hubiera dejado la carrera posiblemente. Creo que el pintor debe encontrar su camino, tiene que darse cuenta de que su motivación está en él mismo. Tienes que investigar sobre la pintura, sobre el color, sobre la materia. Hay que tener ganas de ir siempre más allá de lo que uno sabe hacer, salir de su propia comodidad. Quizás para mí darme cuenta de aquello fue magnífico porque empecé a expandirme. Yo tenía un montón de cuadros repartidos por la clase e iba a pintar cuando no había nadie, porque sabía lo que quería. Cuando había clase yo estaba por allí, porque había que estar pero no pintaba en esas horas porque es difícil pintar con 60 personas en una clase, había mucho trajín, todo el mundo hablaba, resultaba dificilísimo. Yo creo que el pintor se hace en el estudio y cuando expone su obra.

P.- La primera obra que vi suya fueron unos paisajes de un rojo incendiado que expuso en El Escorial. ¿Fue entonces cuando se sintió pintora?

R.- Yo quería ser pintora desde niña, desde que tenía unos seis años. Yo cogía las pinturas de mi madre, que también pinta. No quería materiales de niño, yo le cogía los pasteles Rembrant. Pero desde siempre yo anhelaba pintar como un profesional. Y arranqué con conciencia de oficio en el último año de carrera, cuando me presenté a un concurso de artes plásticas, institucional, de la sierra noroeste de Madrid, con una serigrafía y una escultura. Entonces me dieron el premio, que era un viaje a Venecia para hacer allí un simposio y una exposición. Ese fue para mi el comienzo serio. Aquel viaje, la exposición, el contacto con otros pintores me dio otra perspectiva. Al regreso entendí que quería volar, seguir mi camino. Y esos cuadros a los que se refiere los hice después de acabar la carrera en la Facultad.

P.- Consiguió una beca Erasmus y se marchó a Alemania...

R.- Si, pedí la beca cuando estaba terminando la carrera y me la dieron para Stuttgart, donde debía estar por un periodo de un año. Yo ya había estado en Alemania, el invierno anterior, indagando, viendo que podía hacer allí en alguna universidad o hacer un curso, en fin, que cuando me dieron la beca recibí una alegría inmensa. Llegué a Stuttgart y tuve la suerte de que la secretaria cometió un error y en lugar de entrar en una clase de pintura, entré en una clase de performance, video arte, instalaciones y fotografía. Veo que de repente no hay ningún sitio para mi pintura. Allí aborrecían la pintura, la cuestionaban, la despreciaban sin argumentos, por una cuestión más generacional, más de moda. Mis compañeros no entendían qué hacía yo allí, aunque el profesor estaba encantado con mi presencia. Yo tampoco entendía qué les pasaba, pero comencé a investigar estos lenguajes, como la instalación. Me sorprendió el cambio de clima tan marcado que hay entre España y Alemania, la mentalidad, la cultura. No me vine abajo, sino que trabajé. Investigué hasta el hielo como soporte, incluso empecé a pintar sobre la nieve. Un amigo me decía que yo era pintora y podía pintar cualquier cosa y sobre cualquier superficie. Así que hice un trabajo que me encanta, eran cuadros efímeros, pintados sobre nieve. Hice unas cajas bastante profundas, las llenaba de nieve y pintaba. Me duraban solo un mes. Hice una documentación sobre este trabajo y lo que más me gustaba de todo es que al final, cuando la nieve se derretía, lo único que quedaba es la pintura. Quizás con eso le di en las narices a toda esta gente que rechaza la pintura. Era como decirles que estoy utilizando vuestros medios, vuestros conceptos, pero al final, mira lo que queda, la materia, los colores, la pintura. Eso lo consideré un pequeño triunfo.

P.- ¿Puede una instalación sustituir a un cuadro?
R.- Son dos cosas diferentes, con diferentes funciones. En mi caso, a pesar de las instalaciones que hice, de los vídeos que realicé, siempre la pintura estaba ahí. Un día,  me robaron el ordenador y la cámara, de repente me quedé sin esos instrumentos. Tenía que hacer una exposición colectiva sobre top models. Entonces agarré unas cartulinas y unos hilos, hice unas figuras preciosas, aquello quedó con una delicadeza impresionante. Las mejores herramientas son nuestro cerebro y las manos.


Alma de Prusia - 65 x 81 cm

P.- Usted abandonó Stuttgart y se fue a Berlín. ¿Qué encontró?

R.- Decidí ir a Berlín durante un viaje que hice a Pekín, fíjate. De repente lo vi claro y me fui a vivir allí. Es una ciudad muy abierta, nada alemana en algunos sentidos, la gente es maravillosa, el ambiente fantástico. Hay ciertamente un exceso de galerías y de artistas. A veces vale todo y se expone todo, pero también allí aprendes a seleccionar, de alguna manera desarrollas un criterio propio, para no perderte. En Berlín además descubrí la importancia de los formatos grandes. Me encantan tal vez porque me incomodan a la hora de trabajar, yo no trabajo en plano, pongo el cuadro en el suelo y tuve que inventar un sistema casi de andamio, es decir, una tabla de madera sobre dos cajas a modo de pilares que me permita llegar al centro del cuadro. El gran formato te fuerza a pensar de otra manera, además de trabajar de forma diferente. Por otro lado me fascina el hecho de ver como el cuadro te envuelve porque cuando estoy pintando estoy realmente dentro de la pintura. Eso me produce una sensación muy bonita.

P.- Allí también descubriría grandes artistas.

R.- Claro, a Gerhard Richter, que es una maravilla. Ver como pasa de la abstracción a una figuración casi fotográfica pero pintado con mucha delicadeza, con una gran sutilezas. Me impresionó. También me gustó mucho Anselm Kiefer y Albert Oehlen, que por cierto vive en España, me encanta el uso que hace del color, la manera que tiene de introducir el collage y de resolver el cuadro, a veces abandona los bordes  y de repente simplifica una abstracción en un cuadro grande. Su obra me impresiona. También tuve acceso a grandes artistas, como Daniel Richter, cuyo estudio pude visitar

P.- Y llega el momento en que comienza a vender su obra. Habrá reparado en el mercado del arte.

R.- El mercado no se ajusta al artista, o pintor, ni a sus necesidades actuales. Cuando terminé la carrera fui a ver a un galerista y me recomendó fabricar, o conseguir, un sello, un estilo, para que la gente pudiera reconocer mis cuadros como reconocen las marcas de zapatos. Eso no me encaja muy bien.

P.- Usted ya tiene un estilo, sus cuadros se reconocen.

R.- Sin embargo no hago series, cada cuadro es diferente. No repito un hallazgo hasta la saciedad, ni siquiera trabajo siempre de la misma manera. No se puede limitar la creatividad, el desarrollo como artista, que es tan complejo y requiere innovar constantemente. 

India de cadmio naranja - D 50 cm

P.- Usted está participando en un proyecto con otros artistas para desarrollar en la ciudad de Mostar,  en Herzegovina.

R.- Una de las cosas que aprendí en Alemania fue el hecho de hacer proyectos en grupo, proyectos de lenguaje, no de pintura. Es decir, uno exponía su proyecto y los demás lo analizaban. Tuve una experiencia anterior en San Francisco que también me marcó porque estuve en una comuna durante tres meses. Los artistas convivíamos diariamente, discutíamos sobre arte, sobre proyectos, propios y ajenos, y en cuanto surgía una mínima oposición parecía que todo se venía abajo. Pero, claro, lo importante es que salieran proyectos, hacer arte en definitiva. Las tertulias son fundamentales para avanzar. Fíjate que aquella convivencia iba incluso más allá. Todos los problemas, incluso las cuestiones de la vida diaria se resolvían de una forma creativa. Organizábamos así hasta las comidas, por ejemplo, cada uno traía un ingrediente y luego cocinábamos con todos ellos. El artista se olvida de su ego cuando participa en algo así.
Aprendí a realizar proyectos comunes y además internacionales. El proyecto de Mostar surgió también cuando estuve en China, allí visitaba a una artista, amiga mía, Anita Kapraljevic ....Y ella fue la que me invitó a participar en este proyecto. Nuestro objetivo es crear una plataforma de arte en los Balcanes. Se trata de bombardear con arte una ciudad como Mostar, con una historia trágica y reciente, todavía latente. Existen muchos problemas, tenemos que tener mucho cuidado, no podemos hablar con cualquiera porque las rencillas políticas están candentes. El proyecto solo es viable porque Anita es de allí, tiene contactos y gente con la que nos podemos mover. Desde fuera sería inviable. Hemos conseguido una casa bombardeada que nos cedió el ayuntamiento, son cuatro muros, ni siquiera hay tejado y resulta todo un reto para los artistas el exponer en un lugar tan raro, tan distinto al White Cube de Londres. Se trata de sacar al arte de esos circuitos tan marcados para descontextualizarlo. Es sorprendente mostrar arte en unas ruinas. Estrenamos este próximo verano, en agosto. Serán dos semanas de exposiciones e iremos cambiando la obra diariamente a modo de bombardeo artístico.

No hay comentarios: